martes, 15 de mayo de 2012

Milagro en Glasgow


Coger un melón llovido del cielo y convertirlo en una maravillosa obra de arte es algo que sólo está al alcance de los elegidos. El citado melón lo lanzó al cielo de Glasgow Roberto Carlos, ese brasileño pequeñito que corría la banda izquierda del Bernabéu como si le fuera la vida en ello, y la divina transformación fue obra de un francés de gesto adusto y escasa cabellera, de nombre Zinedine Zidane. No se había visto nada igual desde la conversión del agua en vino. Dos milenios después, Glasgow tomó el testigo de Caná. Ya hablé en otro post de la vida y milagros del dios del Bernabéu, para qué repetirme.

Aquella final (porque el milagro en cuestión se produjo en toda una final de Champions) de Glasgow enfrentaba al Madrid de Del Bosque contra el Bayer Leverkusen, que llegaba lastrado por las bajas de Ze Roberto y Nowotny. En el Madrid jugaba Solari de chico para todo, tan presto a echar una mano en el centro a Makelele, que se las veía y deseaba para achicar agua, como a acompañar a Roberto Carlos en sus aventuras por la banda izquierda. El argentino era el socio perfecto de todos. Arriba se movían Figo, Morientes y Raúl, que marcó un primer gol de pillo tras un saque de banda de Roberto Carlos. Levitando entre todos ellos, Zidane

Para la historia queda el mito: la volea de Zidane y la novena Copa de Europa para el Real Madrid (última hasta la fecha, aunque entonces pensáramos que se seguirían ganando año sí, año no). Lo cierto, sin embargo, es que el Madrid no jugó aquella noche uno de sus mejores partidos. Lo cierto es que el Bayer, pese a las bajas, fue mejor y Casillas salió en el segundo tiempo por un lesionado César para sentarse a la diestra de Zidane padre. Podríamos entrar en profundas disquisiciones tácticas y técnicas, pero el resumen es mucho más sencillo: ellos tenían a Ballack, nosotros a Zizou.

Hoy se cumplen 10 años de aquella final y yo he de confesar que aún hay noches en que cierro los ojos y veo ese balón surcando el cielo de Glasgow y estrellándose en la red. Hay noches que sueño con Dios.

2 comentarios:

supersalvajuan dijo...

Aquel grupo debió ganar alguna Champions más.

Javier Martín dijo...

Tocaba ganar dos años después, la de 2004. Pero se cruzó Morientes en aquellos cuartos que nunca debió perder el Madrid contra el Mónaco. La final hubiera sido con el Oporto de Mourinho. Morbo retroactivo.

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