lunes, 21 de mayo de 2012

El Torino siempre vuelve

Es posible que la primera vez que escuché hablar del Torino fuera cuando un bigotudo Rafael Martín Vázquez abandonó el Real Madrid seducido por las liras de la bella Italia, rompiendo así una maravillosa quinta que había empezado a descomponerse un año antes, con el batacazo ante el Milan, y acababa de recibir la puntilla en la final de Copa jugada en el Luis Casanova (actual Mestalla) a manos del proto-dream team de Cruyff. Claro que esto era algo que ni ellos ni nosotros, que andábamos celebrando récords goleadores de la mano de Toshack, podíamos aún adivinar.

Por aquel entonces, el Torino para mí era solamente el equipo pobre de una ciudad donde habían jugado Platini y Laudrup. Un par de años después, aquel equipo de Scifo, Lentini y Casagrande llegaría a la final de la Copa de la UEFA, después de eliminar al Madrid en unas semifinales donde Ricardo Rocha marcó uno de los dos goles que lo hicieron célebre en el Bernabéu (el otro sería en el tinerfeño Heliodoro Rodríguez López sólo un par de meses después).

Martín Vázquez jugó aquella eliminatoria contra el Madrid y la final que coronó campeón al Ajax de Louis Van Gaal -germen del fantástico equipo campeón de la Champions tres años después- pero no logró triunfar plenamente en el fútbol italiano, apuntando un mal endémico del futbolista español que más tarde confirmarían De la Peña, Mendieta o Farinós. El integrante de la Quinta del Buitre regresó al Madrid, donde aún tuvo una temporada bastante decente a las órdenes de Valdano antes de apurar sus últimos minutos de fútbol en un ya no tan Super Dépor. Es posible que para entonces yo ya hubiera oído hablar del Gran Torino.

BallarinMarosoValentino MazzolaMentiCastiglianoRigamonti... puede que sean nombres que no digan demasiado hoy a la mayoría de aficionados. Ellos formaron, sin embargo, el equipo más potente que existió durante la década de los 40 del siglo pasado, puede que la primera gran escuadra del fútbol europeo (anterior al Honved de Puskas, Kocsis y Czibor y al Madrid de Di Stefano y Gento), en una época en la que todavía no existía la Copa de Europa. Il Grande Torino, lo llamaban. Cuentan que aquel equipo, que ganó cinco ligas consecutivas bajo la dirección del húngaro Ernst Ebstein, era una máquina de generar fútbol, una auténtica apisonadora ofensiva que sometía a sus rivales. Un equipo de leyenda.


El 3 de mayo de 1949, el Torino regresaba en avión a Turín desde Lisboa, donde había jugado contra el Benfica el partido de despedida de Francisco Ferreira, capitán del club lisboeta. Cuando estaban llegando a Turín, tras hacer escala en Barcelona, la niebla hizo que el avión se estrellara contra la basílica de Superga. Fallecieron los 31 ocupantes de la nave. Una tragedia humana y futbolística.

El Torino ya no volvió a levantar cabeza después de la catástrofe. En 1967 la desgracia se volvió a cebar con la entidad cuando Gigi Meroni, la promesa de 24 años en quien los aficionados habían depositado sus esperanzas, el jugador alrededor del cual se debía construir un nuevo Torino triunfal, fue atropellado accidentalmente por Attilio Romero, un joven hincha del propio equipo que, con el tiempo, terminaría siendo presidente del club.

Después de la tragedia de Superga, el Torino solamente ha ganado una Liga (temporada 1975/76) y tres Copas, la última de ellas en la temporada 1992/93, un año despúes de la final de la UEFA perdida contra el Ajax. Para entonces Martín Vázquez ya había regresado al Madrid. Aquel Torino dirigido en el campo por el cerebro del belga Scifo, ese equipo campeón de Copa y finalista de la UEFA, fue el último en proporcionar una gran alegría a la afición grana.

En los últimos años el Torino se ha convertido en un equipo ascensor y se vio abocado a una refundación en 2005 debido a los problemas financieros. Ayer consiguió subir a la serie A una vez más, sólo tres años después de su último descenso. No ocultaré que me encantaría que la institución futbolística más desgraciada del mundo, como la definió un día Enric González, se afianzara en la categoría y volviera a corto o medio plazo a luchar por algún título. Podría decir ahora, y no sería completamente falso, que me es imposible no simpatizar con un club que ha padecido tanto. Sospecho, sin embargo, que la naturaleza de mi filia tiene, 
en gran medida, un origen algo más prosaico: su camiseta es preciosa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails